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martes, 16 de febrero de 2021

LAS PRIMERAS IGLESIAS FORÁNEAS EN CARACAS EN EL PERIODO COLONIAL: CASOS DE SAN DIEGO Y SAN ANTONIO DE LOS ALTOS

Dra. Arq. Ana Elisa Fato Osorio

Se trata con este artículo de conocer el proceso de fundación y la estructura arquitectónica de las iglesias de dos de las parroquias foráneas más importantes de Caracas durante el siglo XVIII: San Diego y San Antonio de los Altos. La selección de estos dos edificios como objetos de estudio a investigar correspondió al interés sobre el tema de la arquitectura colonial venezolana y la poca documentación e información gráfica en la historia de la arquitectura sobre los recintos religiosos cercanos a la capital, los cuales fueron prácticamente destruidos por el terremoto del 26 de marzo de 1821.

De estas dos iglesias no existe ningún elemento construido. La de San Antonio fue demolida una vez culminada la construcción de una nueva iglesia y la de San Diego, a pesar de encontrarse en el mismo lugar de la Capilla original, ha sido modificada sucesivamente desde el siglo XIX.

Entre las limitantes para desarrollar la investigación está la escasa información aportada por los párrocos de las iglesias y la ausencia de documentos en los archivos de cada parroquia, a lo cual se agrega el cierre de las puertas del Archivo Arzobispal. Por lo que la selección de las fuentes, el análisis y la crítica estuvo condicionado a fuentes escritas: textos de información regional, textos de historia social, cultural, económica y urbana de Venezuela.

En esta investigación la información se localizó en la ciudad de Caracas, las bibliotecas locales de San Diego y San Antonio de los Altos, biblioteca personal y entrevistas al cronista Antonio Trujillo, habitantes del lugar entre ellos el señor Vidal González y Feliz Salerno y visitas al sitio. La interpretación de los textos y documentos se realizó a partir de la valoración de los procesos propios de la fundación de las ciudades durante la colonia y las descripciones de las parroquias y de las edificaciones, con los cuales se realizó la construcción gráfica de las mismas.

Entre las fuentes más importantes consultadas se encuentran los textos del Obispo Mariano Martí relativos a su visita pastoral en 1771, cuyas descripciones fueron interpretadas para la construcción de la historia de las parroquias foráneas y para la aproximación gráfica a la estructura arquitectónica de las iglesias. En el procedimiento de autenticar esta fuente, la autoría de los Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas. (1771-1784) nunca se dejaría de atribuir al Obispo Martí, reconocer la importancia del religioso en el período de la colonia en Venezuela legítima la fuente estudiada. El texto de Martí identifica fechas y lugares que visitó durante su estadía en el país y los mismos exponen sus impresiones sobre la Venezuela colonial.

La construcción del discurso en este artículo da cuenta de ser interpretativa de la formación eclesiástica en Venezuela, la cual se formuló de manera paralela a la configuración de nuestro territorio. Así, parecen ser procesos simultáneos la organización de las parroquias y los centros poblados, es por ellos que en la representación del pasado eclesiástico se descubren manifestaciones, en este caso construidas representativas de la historia de la arquitectura venezolana.

 A continuación se exponen como se produce la formación eclesiástica en Venezuela y las parroquias foráneas de Caracas, los orígenes de cada uno de los pueblos, la formación de sus parroquias hasta llegar a la construcción de sus iglesias.

a)           Caracas y sus parroquias foráneas. La formación eclesiástica

        En 1531 se institucionalizó la iglesia en Venezuela con la erección de la Diócesis de Coro. En 1777 la unidad territorial que se estaba conformando en el país es adoptada en la distribución territorial eclesiástica.

La región occidental de Venezuela dependió de la provincia eclesiástica de Santa Fe de Bogotá. Las provincias del oriente lo hacían del obispado de Puerto Rico, denominados “anexos ultramarinos”.

En 1636 se trasladó el Cabildo eclesiástico de Coro a Caracas, hecho que puede entenderse no sólo por las ventajas de ubicación geográfica de Caracas que la preservaron de los ataques holandeses, sino también porque Caracas se vislumbró desde su fundación como uno de los núcleos estables para la exploración y colonización del territorio central venezolano. Con el traslado del obispado a la ciudad de Caracas, ésta se convirrtió de hecho y derecho en la sede de la Diócesis de Venezuela.

La formación eclesiástica venezolana se realizó como un proceso evolutivo que fue acompañado de los avances en el área civil. En 1803 se decretó la erección de Venezuela como provincia eclesiástica, por la bula In Universali Ecclesiae Regimine del Papá Pío VII, con esto la ciudad de Caracas se convirtió a finales del siglo XVIII en la sede de confluencia de los aspectos culturales, hacendísticos, militares, jurídicos y de fomento de la sociedad colonial venezolana, hasta el momento dispersos en las provincias coloniales.

En Caracas se ensayó la organización urbana para la exploración y colonización del territorio, y este proceso de conquista no se limitó solo en el valle donde fue emplazada originalmente; se precisó la conquista de otros territorios ya explorados lejanos al valle. Las poblaciones que ocuparon estos territorios fueron consolidándose con el tiempo, cumpliendo así con la obligación que en ese sentido establecían las encomiendas; para 1583 el obispo de Coro describió la región del Guayre: “Hay otro pueblo de españoles que se llama Santiago de León a 24 leguas de este pueblo de Valencia, en la provincia de Caracas (y tiene este nombre). Habrá en dicho pueblo como 40 encomendadores de indios. Hay 8 ó 9 doctrinas a causa de los pocos naturales y de ellas, 5 ó 6 están pobladas de la orden de San Francisco”

En el año 1619 por los abusos en las encomiendas y ante las constantes violaciones de los derechos de los indios, Fray Gonzalo de Angulo, décimo Obispo de Venezuela recibió una Real Cédula fechada el 10 de agosto, en ella el Rey se queja del fracaso de la iglesia en el proceso de pacificación de los pueblos, comprometida como está en velar por el buen trato a los indios. Concluye la Cédula Real solicitando al Obispo tomar acciones para proceder a la fundación de “Pueblos de Doctrina” (ya que hasta el momento existían solo como comunidades de indios o pueblos de misión). El Obispo Fray Angulo se comunicó con el Gobernador de Provincia para cumplir este mandato Real. En la fundación de estos nuevos Pueblos de Doctrina se asignó un comisionado eclesiástico y un representante de la Capitanía General.

En el año de 1620 se comenzaron a fundar los pueblos de Doctrina foráneos a Santiago de León de Caracas, entre los cuales estaban San Diego y Baruta en 1620; El Valle, Petare y La Vega en 1621; San Antonio en 1683 y Macarao en 1748. El proceso de fundación de parroquias foráneas se realizó paulatinamente y de acuerdo a las características del proceso de conquista y de evolución económica y población del territorio; el caso de San Diego y San Antonio de los Altos será tratado en particular en los apartados siguientes.

No puede establecerse un contexto histórico colonial de los pueblos foráneos de San Diego y de San Antonio de los Altos de manera separada: los dos forman parte en el período colonial de la misma jurisdicción de San Diego hasta 1753, cuando las autoridades decidieron demarcar los linderos de cada pueblo. Tal decisión se acondicionó, posiblemente, a una distribución equitativa de los impuestos que los poblados pagaban al Gobierno y a la Iglesia.

         La elección de una comisión integrada en el poblado de San Diego, por Nicolás Pursel, además de Francisco Lorenzo Abreu y Juan D. Nuñez, facilitó, finalmente, la demarcación del sitio de San Antonio, el cual desde 1753 hasta el año 1827 era impreciso, oponiéndose los párrocos de San Diego y Paracotos; a mayor territorio mayor cantidad de diezmos recibían cada una de las iglesias, por lo que con la separación, comenzaron entre los párrocos, una discusión sobre la apropiación de los diezmos que producían los territorios divididos; el litigio culminó con la participación de los vecinos y las autoridades, delimitando el territorio de San Antonio y San Diego y la cantidad de diezmos que le pertenecieron a cada uno.

b)           El pueblo de San Diego de los Altos y la iglesia

       En un examen de la evolución del pueblo de San Diego no puede establecerse con precisión ni fecha ni fundador. Al principio, San Diego ocupó varios emplazamientos antes de quedar establecido definitivamente en el lugar donde actualmente se encuentra; inicialmente se ubicó entre el pueblo de San Antonio y Carrizal, luego en las tierras del antiguo cacique Caypauro y más adelante en Paracotos; sin embargo, la labor del Pbro. Gabriel de Mendoza, como Juez Eclesiástico y el Cp. Pedro Gutiérrez de Lugo, como Juez Poblador, decidieron conquistar el territorio de indios denominado Agua Fría, lugar que puede considerarse definitivo para la fundación de San Diego.

    San Diego nació como pueblo de indios tributarios, encomendados a la oligarquía caraqueña; convertido en pueblo doctrinero en 1620, se le incorporaron nuevas encomiendas de indios que, finalmente, sentaron las bases de San Diego de los Altos.

      La jurisdicción de San Diego abarca once poblados, algunos cercanos y otros a varias horas de distancia; entre ellos pueden mencionarse Popuere, Guareguare, Agua Fresca, Caypauro, Culebrilla, el Pozo. El pueblo en el año 1772 cuenta con doscientos setenta y siete habitantes y en lo que es su jurisdicción vivieron trescientas cuarenta personas, pero la utilización de las circundantes tierras como grandes haciendas de café lo convirtieron en un gran centro de producción cafetalera, rodeado de grandes extensiones de tierras. Tales haciendas incorporaron a un gran número de nuevos pobladores como trabajadores de las mismas, quienes finalmente, se insertaron necesariamente en el proceso de evangelización haciéndose necesaria la construcción de una iglesia que pueda albergar a cierto número de personas.

      Si resulta difícil establecer los datos de la fundación de San Diego de los Altos, no menos lo es precisar los orígenes de la primera Iglesia que se mantuvo en pie hasta 1812, año del terremoto sucedido en Caracas. La construcción de un recinto religioso aún de pequeñas dimensiones, era indispensable para la labor de la conquista y colonización. A lo largo del período colonial la evangelización de los indios, se gestó con la enseñanza del culto católico dentro del recinto religioso.

   Existió una capilla mayor para ese año, que probablemente resultó insuficiente para albergar la población que la frecuentaba; además, alrededor de ésta se ubicó treinta y cuatro casas habitadas en su mayoría por indios.

    La primera descripción escrita del edificio religioso data de 1772; fue realizada durante la visita del Obispo Mariano Martí y a partir de ella se pueden determinar algunas de las características del edificio: ...“en San Diego cuya iglesia acabada de hacer, sin encalar ni ladrillar, tiene su capilla mayor vieja y en ella el altar mayor sin retablo”[1]

 

Aproximación a la planta de la Iglesia de San Diego de lo Altos. 1772. Fuente: Gráfico sin escala realizado a partir de la descripción del Obispo Marti, en su visita pastoral a la Diócesis de Caracas.

 

    Sobre esta vieja capilla mayor que identificó Martí se construyeron posteriormente a modo de ampliación tres nuevas naves.

    Aprovechando la visita del Obispo Martí, un grupo de familias que vivieron en el pueblo cercano a San Diego, Caypauro, solicitaron la construcción de una iglesia para no recorrer el largo camino de cuatro leguas a la parroquia de San Diego.       

    Al tomar como referencia los porcentajes de población de la ciudad de Caracas en los períodos comprendidos entre 1620 y 1772, fechas posibles de fundación y de visita del Obispo Marti respectivamente, es muy notable el incremento poblacional[2], probablemente, reflejado en los pueblos foráneos. Esto explica que la capilla mayor construida inicialmente fuese ampliada con la construcción de tres nuevas naves.[3]

    El levantamiento de la parroquia de San Diego puede fecharse en 1658, fecha que identificó un Libro Parroquial localizado por el Obispo Martí en 1772. En el transcurso de algo más de un siglo han sido muchos los sacerdotes que ejercieron sus funciones en el curato de San Diego, en su mayoría elegidos por concurso. Desde principios del siglo XVIII, pueden establecerse los más importantes párrocos del pueblo de San Diego.

    A comienzos del siglo XVIII se eligió como titular del curato de San Diego al Padre Thomas de Palma; en el año 1753 comenzaron los pleitos entre los vecinos de San Antonio de los Altos y San Diego, provocando la demarcación de los linderos entre San Diego y los pueblos cercanos: San Antonio, Tacata, Paracotos y Charallave.

    El pueblo fue adquiriendo importancia con el tiempo entre los pueblos foráneos y durante las funciones eclesiásticas, del padre Juan de Acosta por veinte años, fue visitado por el Obispo Diez Madroñero en 1762. Probablemente la ampliación de la primera capilla mayor se realizó en los veinte años que el párroco Acosta permaneció en San Diego; gestión de otros sacerdotes se produjeron en cortos períodos de tiempo; tomando en consideración los tiempos de ejecución de las construcciones en la época colonial y, más aún, en pueblos lejanos a la ciudad, no es posible que se tomase la decisión y se construyera el templo en un tiempo mínimo de dos años.

    En 1782, el padre Acosta fue sustituido por el presbítero Juan A. Croquer, quien duró dos años; luego, por concurso, es asignado Juan Manuel Domínguez y sucesivamente fueron asignados hasta 1812 los presbíteros Br. Don Fernando Areste y Reyna, Domingo Herrera, Juan José Nicolás de Albarenga, Francisco Ramón Bello, Juan José Martínez de Fuentes.

    La Parroquia de San Diego atendió el servicio religioso por muchos años a todos los pueblos vecinos; la solicitud realizada en 1811 para fundar una nueva parroquia en el sector de Caypuro fue rechazada, permaneciendo San Diego como territorio parroquial.

    Luego del terremoto de 1812 el padre Juan José Martínez de Fuentes, quien fue nombrado párroco desde 1802, describió la iglesia al Arzobispado de esta manera: “Las Capillas han quedado derribadas, la portada derribada un pedazo y las paredes colaterales todas buenas, pero los seis pilares partidos por el cimiento y rendidos sin cuerpos, asomando algún peligro (...) Las imágenes estan deterioradas y fueron guardadas en las casas de los vecinos.”[4]

 

Aproximación a la planta de la Iglesia de San Diego de lo Altos. 1802.Fuente: Gráfico sin escala realizado a partir de la descripción del Juan José Martínez de Fuentes, luego del terremoto de 1812.

    Lo que indica que la primera iglesia construida para asistir religiosamente a los pueblos fue destruida por un fenómeno natural. En este trabajo no se ubicó ningún tipo de imagen fotográfica ni representación gráfica de esta iglesia, por lo que con los elementos descritos por el Obispo Martí se realizó la aproximación gráfica que a continuación se presenta.

c)           El pueblo de San Antonio de los Altos y la iglesia

    La historia de San Antonio de los Altos es un ir y devenir de conflictos, que luego de muchos años culminaron en la consolidación de un pueblo con una gran significación histórica. En el año 1594, siendo Gobernador de la ciudad de Caracas Diego de Osorio, recibió un comunicado para acrecentar y aumentar las tierras para ejidos, propios y baldíos de la ciudad, de las cuales formaron parte las montañas de San Antonio.

    Los primeros habitantes en ocupar estas tierras fueron ciento veinte integrantes de veinticuatro familias canarias que llegaron a la Guaira y a quienes el Gobernador y Capitán General Don Diego de Melo Maldonado ubicó en unas tierras a tres leguas de la ciudad.

    Las tierras en donde Maldonado ubicó a estas familias en 1685, pertenecieron a Don Juan Mijares de Solórzano y Monasterio, quien colaboró con la donación de las tierras y el alimento para el sustento inicial de los pobladores

“que habiendo llegado a esta Ciudad un número considerable de familias de las Islas canarias, a poblar, les cedió al expresado Don Juan de Solórzano, para que lo pudiera hacer como comodidad, y tuviese tierras propias, una posesión que tiene en el Valle de San Antonio, donde en efecto se poblaron dichas familias, a quienes igualmente socorrió con treinta fanegas de maíz y diez vacas para su manuntención”.[5]

 

    Los primeros pobladores se habían asentado en esas tierras: cultivaron la tierra con siembras de hortalizas y cafetales; sin embargo, la propiedad de la tierra siguió siendo objeto de continuas reclamaciones, primero por los indios de San Diego, quienes las reclamaban como suyas, luego por los poblados vecinos de Ascanio, Carrizal y los mismos vecinos residenciados posteriormente en San Antonio.

    En 1772 el Gobernador de la Provincia de Caracas, José Carlos Agüero, atendiendo la solicitud de Don Francisco Felipe Mijares de Solórzano, envió un comisionado, encargado de realizar un censo para distribuir los terrenos equitativamente.

    La distribución realizada por el comisionado no fue aceptada por la población, considerado como un proceso arbitrario por lo que el Gobernador tuvo que intervenir[6]. El conflicto por la propiedad de las tierras fue solucionado con la sentencia del Gobernador, hasta que, finalizada la Guerra de Independencia, reactivo nuevamente los conflictos por la propiedad.

    San Antonio dependió eclesiásticamente del pueblo de San Diego y civilmente del Valle; su condición inicial de aldea con unas cuantas casas dispersas en las montañas, obligó a sus habitantes a construir una pequeña capilla que sustituyó a la ermita de paja construida inicialmente.

 

Vista de la población de San Antonio de los Altos. No existe una fecha exacta de esta fotografía, sin embargo, San Antonio conservó las características similares al período colonial de aldea, casas dispersas en la montaña y en los caminos que convergen en la capilla. Fuente: Archivo personal de Antonio Trujillo, cronista de la ciudad de San Antonio.

    En 1742, la población de cincuenta vecinos y la necesidad de trasladarse hasta la parroquia de San Diego para escuchar misa, para recibir los sacramentos y enterrar a los difuntos, propició el envío por parte de un grupo de vecinos de un memorial al Obispo de Caracas en el cual solicitó la incorporación de un Capellán para el pueblo.

    A tal solicitud se opuso el cura propietario de San Diego, el presbítero Doctor Juan Miguel Salas, quien consideró que San Antonio no podía llamarse pueblo. Posiblemente con la asignación de un Capellán para los poblados de San Antonio, de Carrizal y de los Teques, iban a disminuir considerablemente los ingresos por concepto de Obras pías, Capellanías y Cofradías que percibía su parroquia.

    La petición estaba encabezada por el capitán Blas Martín de Orta, Tomás de Seijas y Juan Domingo González, quienes ante la negativa del padre Juan Miguel Salas recurrió a las Leyes de Indias para establecer a San Antonio en calidad de pueblo.[7]

  Las continuas discusiones entre los vecinos y el cura de San Diego no causaron efectos inmediatos, sólo hasta el 22 de julio de 1782 el Obispo concede oficialmente el Prelado

... “a representación de los vecinos del pueblo de San Antonio, jurisdicción del de San Diego, Curato de las cercanías de esta ciudad, se destino al Ministro Dr. Dn. Nicolás Osio, presbítero, para que en la Capilla pública que hay en dicho pueblo de San Antonio administre los Santos Sacramentos a los vecinos que habitan eso territorios, hasta una legua de distancia”...[8]

 

    Como se registró en el decreto ya existía una Capilla que posiblemente es la Capilla que el Obispo Martí encuentra en su visita el 20 de octubre de 1772, la cual describió con “15 varas de largo por 8 de ancho. Su construcción de tapias y mampostería, cubierta de teja. Un solo altar medianamente adornado”...[9]

           

Aproximación a la planta de la iglesia de San Antonio de los Altos. 1772. Fuente: Gráfico realizado a partir de la descripción del Obispo Mariano Marti, en su visita pastoral a la Diócesis de Caracas y a las fotografías del Archivo personal de Antonio Trujillo, cronista de San Antonio de los Altos.

    La Capilla que registra el Obispo Martí es reconstruida por el padre Osío durante su permanencia en el pueblo, y le proporcionó ornamentos y objetos del culto. Al igual que el curato de San Diego, son muchos los padres que ejercieron sus funciones en la consolidada parroquia de San Antonio; luego de retirarse el padre Osío fue designado en junio de 1783 el cura Francisco Pereyra y luego cura en propiedad, durante nueve años estuvo a cargo de la parroquia. En su lugar fue nombrado el presbítero Miguel Padrón y lo suceden José Antonio Robles y José de Jesús Galea. Hasta la fecha de la Independencia se encargo el padre Domingo Maestri.

    Luego de asignado el presbítero Nicolás de Osío, comenzó la actividad jurídica para erigir a San Antonio como parroquia; se establecieron los linderos y la contribución de cada familia para la cancelación mínima del cura; finalmente, la parroquia de San Antonio de los Altos se erigió por decreto del Provisor y Vicario General de orden del señor Obispo el 21 de marzo de 1783, donde el padre Osio ganó el concurso como cura propietario.

    De la iglesia que visita el Obispo Martí en 1772, lamentablemente no quedan rastros físicos, sólo anecdóticos episodios de su destrucción y las referencias de su ubicación por parte de algunos habitantes de San Antonio de los Altos, en el lugar que actualmente se encuentra el estacionamiento de la nueva iglesia.

Vista de la antigua iglesia y la nueva iglesia construida en el siglo XX. El lugar donde se encuentra la antigua iglesia se destinó para el estacionamiento de los vehículos, aún se conservaba la plaza al lado derecho de la misma. Una vez terminada la nueva iglesia la otra fue demolida junto con el esquema urbano existente. Fuente: Archivo personal de Antonio Trujillo, cronista de la ciudad de San Antonio.


    Ha sido sustituida por un nuevo edificio que no equivale al valor incalculable que representó la construcción de su primera iglesia para la historia del pueblo de San Antonio.

    Aun se conservan algunas imágenes fotográficas de la antigua iglesia, si bien no pertenecen al período colonial, sino a la iglesia construida luego de la Independencia, puede suponerse que parte de las elementos de esta iglesia se conservaron en el tiempo: se mantiene en el mismo lugar de la primera Capilla hasta el día de su demolición y la fachada tiene algunos elementos arquitectónicos que dan cuenta de corresponder a la colonia: frontis triangular cortado, rematado por una cruz, acceso principal enmarcado por un arco de medio punto y a cada extremo de la fachada un par de pilastras con pedestal cuadrado provisto de ornamentos que sostienen una cornisa ornamentada que cubre de extremo a extremo la fachada de la iglesia.

Fachada principal. Esta fotografía es la imagen más cercana a la iglesia del período colonial. El campanario de un solo cuerpo, cubierto con techumbre de teja, fue sustituido posteriormente por una torre de tres cuerpos. Fuente: Archivo personal de Antonio Trujillo, cronista de la ciudad de San Antonio.


 

 

 

 

 

 

 



[1] MARTÍ, Mariano. Documentos Relativos a su Visita Pastoral de la Diócesis de Caracas 1771-1784. Inventarios, Tomo I, pp. LIII-LIV

[2] Ver Gráfico 1 en: AA. WW Estudios de Caracas.

[3] “Hay 22 casa de indios dentro del pueblo, probablemente ranchos de paja y doce casas de españoles y de otras castas. En total hay doscientos setenta y siete habitantes en el pueblo. Y fuera de él diseminados en toda su jurisdicción, vivían mil ciento setenta y dos personas de todas razas y castas, en ciento cincuenta y cinco casas”. CASTILLO LARA, Lucas G. Una Tierra llamada Guaicaipuro, p. 83.

[4] Cita en: CASTILLO LARA, Lucas G. Una Tierra llamada Guaicaipuro, p. 85.

[5] CASTILLO LARA, Lucas G. Una Tierra llamada Guaicaipuro. p. 155.

[6] “El Gobernador en su sentencia declaró: “que las tierras del sitio de San Antonio, por la donación (...) a las cuarenta familias de Isleños que vinieron a poblar, les pertenecen en dominio a estas en común”. Ibídem. p. 158

[7] “juntándose diez vecinos pueden pedir villa, colonia, lugar o pueblo obligándose a su fundo con las condiciones que estipulares” [7] Cita en: CASTILLO LARA, Lucas G. Una Tierra llamada Guaicaipuro. p. 161.

[8] MARTI, Mariano. Documentos relativos a su visita pastoral de la Diócesis de Caracas. 1771-1784, pp. LIII-LIV.

[9] Cita en: CASTILLO LARA, Lucas G. Una Tierra llamada Guaicaipuro, p. 161.

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Hacer arquitectura es tener un acuerdo tácito con la historia. Es el resultado de una dura práctica en busca de lo esencial. La arquitectura es una cultura continua, cuyo conocimiento se ha ido transmitiendo en el curso de la historia, que, a su vez, la añeja y la enriquece, incorporándola. Es un acto profundamente culto, pues no se recrea lo que no se conoce. Por el contrario, es el conocimiento el que permite la escogencia y la selección. Y este es el gran momento de la creación.

Hacer arquitectura es recrear elementos que ya existen. No se inventan los patios, las atarjeas, los vanos ni las transparencias, el zaguán los patios ni las plazas. Es también la mirada que recorre con rigor y entusiasmo las pequeñas cosas de la vida, que sublima lo cotidiano, que resuelve bien, por ejemplo, una ventana porque a través de ella entra el paisaje, o que al diseñar un patio sabe que desde allí descubre el hombre las estrellas y le dan un límite al infinito.

(Rogelio Salmona. En: Ricardo L. Castro (1998). Rogelio Salmona. Bogotá, Villegas Editores, p. 49).

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