Los estudios históricos que integran esta
publicación se agruparon para destacar los dos modos fundamentales de
asimilación de la modernización de San Cristóbal, la capital del estado
Táchira, en Venezuela, en su estructura urbana y en su arquitectura. Los
primeros se aproximan históricamente al tema de la confrontación entre las
preexistencias y lo nuevo, entre el condicionamiento de una retícula de
manzanas de herencia decimonónica (en algunas partes colonial) y lo que
significa moderno en arquitectura.
Ruptura y continuidad son los personajes del
debate al que se asiste en San Cristóbal a lo largo de la primera mitad del
siglo XX, una ciudad que va haciéndose más y más un espacio de muchedumbres que
van subvirtiendo un orden urbano en el que se reconocen como herederos de una
tradición, pero en el que no encuentran algo que corresponda con los procesos socioeconómicos
en los que se ven envueltas. A esta disyuntiva responden los intelectuales de
la modernización incorporados en el aparato de Estado, aparato que
institucionaliza la nueva forma de vida fundamental urbana y masiva. Desde el
Ministerio de Obras Públicas hasta el Banco Obrero, desde los académicos hasta
los políticos, se denuncia la inadecuación de lo preexistente, al tiempo que hay
un esfuerzo en ignorarlo, corregirlo o eliminarlo. Así, se redefinió toda la gama de edificaciones
públicas para el servicio urbano y rural venezolano y tachirense, desde el mercado
hasta el cementerio, pasando por el matadero, la plaza, la casa municipal,
obras para la salud y la seguridad, hoteles, fábricas, edificaciones escolares,
entre otras, aunque siempre excluyendo el tema de la vivienda popular de la
categoría de obra pública. Ese rol fue cumplido, primero, bajo la ideología del
progreso durante el régimen gomecista y los de sus sucesores inmediatos, y
posteriormente a 1945, bajo la consigna de la planificación racional del
desarrollo y de la ciudad. La redefinición y construcción de aquella gama se practica siempre a
partir de la reafirmación monumental del objeto arquitectónico, aunque
paradójicamente responda a un mundo moderno que la hace efímera.
Solamente pocos individuos, unos
nostálgicamente, otros realistamente, se ocuparon de registrar en crónicas e investigaciones
sobre tal proceso de adecuación de las viejas estructuras o, principalmente, de
sustitución de las mismas por otras novedosas y funcionales, siempre
enfatizando en el legado perdido. El análisis de este proceso de escritura y
registro es lo que se llama historiografía, de lo cual hay un artículo en este
libro, mientras que las historias que lo acompañan construyen narraciones sobre
los hechos e ideas pasadas fundamentales, y utilizan en parte el trabajo de
esos cronistas como fuentes de sus escritos.
Los estudios de la segunda parte, si
bien continúan examinando el proceso de redefinición de las obras públicas y de
la vivienda, ofrecen por su parte un acercamiento a un conjunto de
experiencias arquitectónicas que se planteó liberado de preexistencias urbanas,
solo configurando el espacio natural ilimitado, asumiéndose como hecho constituyente
de la “nueva” capital del Táchira, la ciudad descentrada, esto es, un conjunto
distanciado del centro. No por casualidad, el conjunto que se examina en
esta segunda parte del libro lo constituyen específicamente experiencias de
vivienda y de sanidad, como se verá los campos en las que se construye una
utopía antiurbana, tal como la imaginaron los grandes forjadores de la
arquitectura moderna en la Europa de los años de 1920, y la han analizado
pensadores como Michel Foucault acuñando el término de heterotopía. En
realidad, se trata de estudios que se abocan a examinar selectivamente los
inicios de un proceso que ciertamente llega hasta nuestros días, un proceso
expansivo de la urbe tachirense que actualmente se presenta como conurbación,
como formación de un continuo urbano sobre el territorio de la región, como
superación misma de la metrópoli que nacía en la época que se examina en este
libro.
No es difícil darse cuenta, con todo, que los
estudios presentados aquí se agrupan recurriendo a una periodización del
proceso de modernización arquitectónica de San Cristóbal, la primera parte el
lapso entre 1908 y 1958 o etapa de implantación de operaciones moderna dentro
de la estructura tradicional, la segunda el lapso entre 1958 y 1978 o etapa de
descentramiento y liberación de las obras modernas. Por lo demás, se trata de
una agrupación pedagógica.
Ya que se menciona lo pedagógico del trabajo,
hay que advertir lo enraizado del mismo en la actividad educativa universitaria.
Por un lado, varios de los autores de los artículos son profesores e
investigadores con estudios de cuarto nivel y han construido una palpable
trayectoria en esas actividades. Desde 1983 puede seguirse esa trayectoria y
puede atribuírsele los calificativos de constante y fructífera. Su desarrollo
se ha logrado a través de las sucesivas incorporaciones o vinculaciones de
dichos profesores al Programa de Investigación en Historia de la Arquitectura y
el Urbanismo Venezolano y Tachirense, inscrito en el Decanato de Investigación
de la Universidad Nacional Experimental del Táchira, Programa desde el que se
origina precisamente el proyecto que respalda las investigaciones que reúne
este libro. Es un Programa con una destacada proyección dentro del Núcleo de
Historia de la Arquitectura de la Carrera de Arquitectura de la mencionada
Universidad.
Esa proyección docente permitió generar un
notable interés en los arquitectos que desarrollaron varios de los estudios
incluidos, arquitectos que alcanzaron su título justamente con trabajos de
grado que incluían un análisis histórico de la arquitectura tachirense, y que
sintetizados tomaron la forma de artículo para este libro. Lógicamente, en todo
esto es previsible el origen de la heterogeneidad de formas de aproximación
histórica de las historias mencionadas.
En la primera parte se incluyen cinco artículos
que examinan obras modernas dentro de la retícula tradicional de San Cristóbal.
El primero de ellos es desarrollado por el Dr. Arq. Alfonso Arellano, “El Ministerio
de Obras Públicas (MOP) y las plazas del centro tradicional de San Cristóbal
(1911-1961)”. En este trabajo se intenta arrojar luces sobre lo que se ha
querido hacer históricamente de las plazas erigidas en el centro tradicional de
San Cristóbal (actuales plaza Bolívar, Juan Maldonado y Sucre) y sobre lo que
se ha intentado hacer de ellas como símbolo y utilidad respecto de la ciudad.
La heterogeneidad resultante revela la diversidad de formas de actuación del
Ministerio de Obras Públicas a través del tiempo. Sobre todo la investigación
llevó a conocer cómo se ha intentado constituir y reconocer la plaza a partir
de determinadas exigencias, varias de ellas ligadas a las contradictorias
voluntades institucionales (los distintos gobiernos nacionales, la diócesis,
los gobiernos regionales e inclusive locales, algunos ministerios
gubernamentales especialmente representativos de cada época, los sectores
culturales y económicos organizados en relación con el ejercicio del poder,
etc.) que tienen sede en las edificaciones que rodean y delimitan las plazas.
Así, de extensión indefinida, significativamente amplia, hasta mediados del
siglo XIX, la plaza se reconvierte cada vez más en ámbito definido como pieza
objetiva y con significado.
El artículo del arquitecto Reinaldo Mendoza, “Edificios
para la educación oficial en San Cristóbal 1935-
El tercer artículo es de la arquitecta Emily
Parada, “Las Carreras 5 y 7: Intervenciones Viales en el Casco Central de la
Ciudad de San Cristóbal, 1966-
La arquitecta Lesdy Casanova escribió “Valoraciones
arquitectónicas del Cementerio Municipal de San Cristóbal 1855-
El artículo del Dr. Ildefonso Méndez Salcedo, “Arquitectura
y urbanismo de San Cristóbal. De las crónicas a los trabajos de investigación”,
cierra la primera parte. Este trabajo muestra los resultados de un primer
acercamiento a la bibliografía sobre la historia de la arquitectura y el
urbanismo de San Cristóbal. Su objetivo principal es ofrecer a los lectores una
visión panorámica sobre la manera como ha sido tratado el tema por los autores,
fijando la atención en sus aportes más relevantes. En primer lugar, se
describen y analizan los libros escogidos y luego, se hace el balance del
trabajo realizado por cada autor. Así, se examinan obras y autores diversos, en
una primera parte: a) Crónicas (Tulio Chiossone y Anselmo Amado); b)
Descripciones (Juvenal Anzola); c) Memorias (Nemecio Parada, Augusto Murillo
Chacón y Josefina Tamayo de García); en segundo lugar: d) Ensayos (Rafael María
Rosales, Aurelio Ferrero Tamayo y J. J. Villamizar Molina); e) Biografías (Luis
Hernández Contreras) y f) Monografías (Lucas Guillermo Castillo Lara y Samir A.
Sánchez E.). La intención del estudio fue reconocer la labor de este grupo de
intelectuales, cuyas publicaciones han contribuido, de un modo u otro, al
conocimiento de la evolución de la capital tachirense, particularmente del área
central y tradicional, a lo largo del
tiempo.
En la segunda parte del libro se incluyen tres
artículos que examinan obras modernas fundamentales durante los inicios de la
expansión urbana de San Cristóbal. El primero de ellos es de la MSc. Arq. Glenda
López, “La casa quinta en la periferia norte de San Cristóbal: urbanización
Torbes 1940-
Los arquitectos Pedro García y Miguel Méndez
escribieron el tercer artículo de esta parte “Un proyecto de arquitectura y
urbanismo modernos en San Cristóbal. Unidad Vecinal La Concordia, 1954-
Finalmente la Dra. Arq. Ana Elisa Fato contribuye
con el trabajo denominado “Del Modelo de Hospital Rural Tipo Barraca” al
semi-bloque. Modernización y sanidad en San Cristóbal, 1936-
Son ocho historias de la arquitectura de San Cristóbal construidas por profesores historiadores de la arquitectura y por algunos de sus discípulos. Son estudios con los que no se pretendió agotar los temas significativos de la modernización arquitectónica de San Cristóbal, ni tampoco que los que fueron incluidos sean los únicos importantes. Son selectivos, cada uno se impone como otra realidad frente a la que hace objeto de su análisis. Efectivamente, conforman un resultado heterogéneo pero los une a todos, sin embargo, la aspiración a interpretar los testimonios del pasado histórico sin ejemplificar ni ilustrar el deber ser del arquitecto, esto es, nunca como totalitarismo intelectual, no intentan proponer su crítica como proyecto ni como verdad revelada. Si bien constituyen un conjunto fragmentario, los une la aspiración a proporcionar herramientas de análisis de la disciplina y de la realidad sectorial de la arquitectura y el urbanismo de San Cristóbal.