Dra. Arq. Ana Elisa Fato Osorio
El
objetivo de este artículo es conocer el proceso de transformación urbana y
arquitectónica de finales del siglo XIX a partir del cambio de uso del Beaterio
de las Carmelitas a las instalaciones del Capitolio, en Valencia.
El
objeto de estudio en este caso construido, se constituye en la fuente primaria
para el análisis y la interpretación y con la cual se realiza la representación
de un pasado reconstruido. Aquí la fuente es un objeto material, el cual puede
valorarse a partir de sus propiedades y los códigos interpretables de los
elementos que los compone. La existencia del objeto de estudio hace que el
mismo sea una fuente fiable, porque el mismo indica la fecha y el lugar de su
origen.
El
discurso se construye, en una parte, a partir de la explicación descriptiva del
edificio, sin embargo, la representación de esta parte del pasado del siglo XIX
se construye a partir del significado, los detalles y el cambio de uso de este
objeto y su relación con los procesos característicos del siglo XIX venezolanos.
Es
así como se develan las intenciones de las transformaciones urbano-arquitectónicas
en el siglo XIX, en las cuales intervienen tres elementos importantes y que se
expresaron en la nueva función del Beaterio. En primer lugar, la imagen que
asumió la función de administrar los complejos procesos socio-económicos; en
segundo lugar, la nueva forma de usar los espacios arquitectónicos y urbanos,
de acondicionar estructuras preexistentes contando con la participación de
profesionales en el proceso de transformación y, en tercer lugar, la relación
función-estilo arquitectónico como factor determinante en el intento de eliminación
de todos los vestigios de arquitectura “española” y la conformación de
especializados centros de actividades administrativas alternos al viejo centro.
Los cambios
arquitectónicos y urbanos sucedidos durante el siglo XIX en Venezuela
comprenden desde renovaciones urbanas impulsadas por la incorporación del país
al sistema capitalista impuesto por los países europeos, hasta proyectos
arquitectónicos puntuales en donde se desarrollaron nuevas actividades en las
principales ciudades del país.
Entre las nuevas
actividades se encontraban las administrativas cuyo origen comenzó a ser
determinado por las nuevas funciones asumidas por el Estado desde la segunda
mitad del siglo XIX. Una de las manifestaciones importantes fue la división del
Ministerio de Fomento en diferentes direcciones, particularizando las
actividades administrativas; ya el Estado no puede ser entendido como “único”
ente organizador sino que dentro de él se inicia la especialización de las
funciones: la salud, las obras públicas, las estadísticas.
En este rasgo de
especialización dentro del Estado el papel de la infraestructura donde se
producirían las actividades administrativas decimonónicas fue de importancia: éstas
debieron ser representantes del proceso que se gestaba, con base en propuestas
de renovación que contemplaron la ejecución de proyectos, no bajo un orden
estricto de planificación sino mediante soluciones a problemas planteados por
una nueva estructura económica de corte capitalista.
En las principales
ciudades venezolanas, las transformaciones de edificaciones existentes desde la
colonia con usos religiosos, dan paso a nuevos edificios de arquitectura
historicista con usos exigidos por los nuevos esquemas de organización y
actividades del siglo XIX.
Tres elementos
importantes participan en esta nueva modalidad de transformaciones
urbano-arquitectónicas decimonónicas en Venezuela los cuales pueden
considerarse en el análisis del cambio del Beaterio de las Carmelitas a las
instalaciones del Capitolio en el año 1875, en la ciudad de Valencia: primeramente,
la imagen que asume la función de administrar los complejos procesos socio-económicos;
en segundo lugar, la nueva forma de usar los espacios arquitectónicos y urbanos,
de acondicionar estructuras preexistentes contando con la participación de
profesionales en el proceso de transformación; en tercer lugar, la relación
función-estilo arquitectónico como factor determinante en el intento de
eliminar todos aquellos vestigios de arquitectura “española” y la conformación
de especializados centros de actividades administrativas alternos al viejo
centro.
a)
El
Capitolio de Valencia: la nueva imagen del Estado
Al Guzmán Blanco
asumir el poder, inicio un plan de obras públicas con el objeto de renovar la
imagen urbana y arquitectónica de la ciudad, especial atención brindó Guzmán
Blanco durante sus períodos de gobierno, al desarrollo de obras urbanas y de
arquitectura civil y públicas a la ciudad de Valencia, no con esquemas de
estricta planificación, sino como adecuaciones a nuevas situaciones, donde los
principales escenarios son las áreas públicas, las sedes gubernamentales y las
obras de servicios: en 1874 se realizó la construcción de la plaza Guzmán
Blanco, frente al Colegio Nacional transformado en Universidad, la colocación
de monumentos escultóricos en las mismas, la construcción de la Iglesia Matriz
de la capital, la construcción de acueductos, el Teatro Municipal, con los que
Valencia alcanzó un carácter urbano de similares características al de la ciudad
de Caracas –visión racionalizada de la ciudad, la incorporación de plazas
públicas, bulevares peatonales, espacios arbolados con caminerías, luminarias
públicas– en fin, toda una exposición pública de nuevas tecnologías puestas al
servicio público y que al mismo tiempo se estructuraron como espacios de
antesala a las edificaciones públicas, como el Teatro, el Capitolio.
El Capitolio de Valencia se convirtió en el siglo XIX en
la sede de las actividades administrativas de la capital del Estado Carabobo,
se produjo una adecuación a la sede de Beaterio de las Carmelitas para alcanzar
una relación interactiva entre el individuo y la edificación.
El Beaterio ocupó la mitad de la manzana en donde se
emplazó, delimitada al este por la calle de Puerto Cabello y al oeste por la
calle Comercio, las características del edificio son descritas de la siguiente
manera:
“El Colegio de Niñas Educadas (...) es de fábrica
moderada de tapia y rafa, cubierta de teja y obra limpia; su capilla es
vistosa, se compone de una pieza bien capaz, cuyo presbiterio lo cubre una
media naranja de magnifica estructura; su claustro consta de una celda y
mantiene en su patio una pila, que sólo sirve para los usos de la cocina”[1].
Las dependencias
estaban agrupadas alrededor de dos patios aporticados. En la esquina sur-oeste
una cúpula semiesférica cubría la capilla del religioso recinto, hacia la parte
este se alojaban los dormitorios y las aulas de clases.
Al detenerse en un
análisis sobre el origen de la ubicación del Capitolio en las instalaciones del
Beaterio, quizás esté implícita una necesidad que va más allá del cumplimiento
del Decreto Legislativo de 2 de mayo de 1874, de Guzmán Blanco, que contempló
la extinción de los conventos en el país; en la idea de ubicar el Capitolio en
una edificación de la colonia, puede suponer una forma de representar el poder
que ejerce el gobierno al eliminar la actividad religiosa dentro de una
infraestructura que ha estado funcionando desde años como Beaterio, como oposición
sobre una “idea de religiosidad” que no alcanzó los niveles de practicidad y
organización a que aspira el Estado moderno, a la vez que procuró integrar las nuevas
actividades administrativas a la decimonónica dinámica urbana, demostrando la
capacidad de sus funcionarios técnicos en acondicionar una edificación de
arquitectura “española” en un sistema representativo gubernamental del siglo
XIX.
Mapa de la ciudad de
Valencia. Año 1839. |
Según las funciones de las nuevas actividades debería ubicarse el Departamento Legislativo, el Departamento Ejecutivo y el Departamento Judicial, además del archivo del Estado y la oficina de correos. Cada uno de estos departamentos se dispuso en partes separadas, por lo que el Legislativo ubica su frente hacia la calle Puerto Cabello, el Ejecutivo hacia la denominada calle El Sol y el Judicial hacia la calle Comercio.
Las adecuaciones no involucraron grandes trabajos de
remodelación interna, según la descripción del Beaterio se modificaron los
elementos decorativos como columnas, arcadas, y un nuevo carácter a las fachadas
con pórticos de columnas toscanas y frontones adornados con molduras en cada
acceso, sin embargo estos cambios formaron parte de la nueva forma de usar los
espacios tanto privados como públicos de la ciudad.
b)
El nuevo uso del espacio
urbano
La ciudad de
Valencia no escapó de transformaciones urbanas, como parte de la incorporación
al sistema capitalista que se está produciendo durante el siglo XIX, el cambio
de uso en algunas de sus propiedades –como el mencionado Capitolio– forma parte
de las causas que generaron la posición estratégica de la ciudad para el
intercambio comercial que se inicia en el siglo XIX, convirtiendo la ciudad en
paso obligado al momento de distribuir los frutos de la producción agrícola que
provienen del eje de los Valles de Aragua, de las microregiones agrícolas de
Carabobo, así como toda aquella mercancía proveniente del exterior que desembarcaba
por el puerto de Puerto Cabello, con el fin de abastecer a la capital del país,
lo que la convirtió en un segundo polo en la economía venezolana, que fungió como
apoyo para la ciudad de Caracas.
La idea de la ciudad como lugar de movimientos
administrativos, financieros y comerciales se convirtió en el principal indicio
de cómo se pierde el carácter de representación religiosa o ciudad mariana –visión
con la que se destaca en el período colonial, cuando en la ciudad en la visita
del padre Díaz Madroñero, los nombres de las calles fueron cambiados por los de
escenas de la vida y obra de Cristo, como respuesta a una postura “barroca” adoptada
en el período colonia– la idea de persuasión por la vía religiosa debe ser
sustituida durante el siglo XIX por un nuevo carácter “ilustrativo” que
involucre a la población en los nuevos esquemas económicos, la ciudad se
entiende como lugar de intercambio comercial y circulación de mercancías, como
objeto de uso y no de contemplación.
En el nuevo rol de
la ciudad como objeto de uso, la “privatización” del suelo urbano, las
edificaciones que componían el sistema urbano dejaron de tener un carácter
público para incorporarse a la ciudad productiva donde, finalmente, se concentró
el desarrollo económico. Este fenómeno, a pesar de tener su propio valor, de
acuerdo con los recursos tecnológicos, intelectuales venezolano –sin alcanzar
la profusión de países como París– mantuvo algo de similitud con las
expresiones de Haussman “Usa la ciudad directamente como mercancía, la abre a
la especulación del gran capital financiero, <<aliena>> por completo
a sus antiguos <<sujetos>>, expulsándolos de su centro”[2]
La ciudad además
de instrumentalizar los espacios públicos, dio la oportunidad de usar viejas
edificaciones como símbolos de una naciente dinámica capitalista; básicamente,
esta nueva forma de representación no pudo alcanzarse con la iniciativa
privada, por lo que el “objeto” a ser representado –el Estado– asumió el mando
como único organismo capacitado para alcanzar esa dinámica.
Con esto se
pretendió hacer de la ciudad un lugar con lo que la realidad urbana y la del campo
no lograran diferenciarse…“sirve para persuadir que no existe salto alguno
entre valorización de la naturaleza y valorización de la ciudad como máquina
productiva de nuevas formas de acumulación económica”[3].
Lo que se impuso
en el fondo con el cambio de uso, fue demostrar las condiciones de prosperidad
del país, es así como la arquitectura comenzó a tener un carácter emblemático
que identifica la actividad que se realiza en el edificio. La arquitectura se
convirtió en un instrumento para la ...“organización
de materiales (y porque no de edificios) preexistentes”...[4]
utilizados por el Estado en la formación de la metrópoli.
Los nuevos rasgos
de la ciudad –producto de intervenciones arquitectónicas y urbanísticas– constituyeron
la plataforma para una nueva forma de usar la ciudad. El nivel de comercialización
del suelo define la ubicación de actividades de acuerdo a la segregación de
clases, por ello las diferenciaciones en el tejido urbano se hacen notables, ya
no tanto en la configuración formal, sino en la forma como se usan los
espacios: se intensifica el uso espacios públicos, de espacios comerciales y
gubernamentales hacia el centro de la ciudad y se dispersan las zonas
residenciales hacia la periferia.
Todo objeto
comenzó a tener “valor productivo” a diferencia del valor que a manera de
intercambio tiene en el período colonial, en un lugar casi común en la mayoría
de las ciudades: el mercado cerca a la plaza mayor de la ciudad. La nueva
visión de la ciudad admitió segregaciones que fueron génesis de nuevos polos de
desarrollo alejados del centro y contempló rentas inmobiliarias, disposición de
fábricas, depósitos, locales comerciales que propiciaron el intercambio de diversas
mercancías.
Con la importancia
que tomó el “uso” de un objeto-edificio se instrumentalizó su ejecución con
técnicas tradicionales y novedosas, la adopción de nuevos estilos y una nueva
forma de redimensionar la escala del edificio para formar parte de la nueva
estructura de la ciudad, la arquitectura no pudo ser instrumento sin la
“figura” del hombre como centro de atención en los procesos –el ingeniero–
quien al apropiarse de su conciencia se convierte en “hombre de oficio” al
servicio del Estado.
Las actividades
constructivas y los procesos de renovación urbana durante el siglo XIX, ya no eran
actividades empíricas, las corrientes academicistas tanto en arquitectos como
en ingenieros comenzaron a aplicarse en los nuevos proyectos de obras públicas.
Guzmán Blanco, a la cabeza de la ejecución de su Proyecto de Renovación Urbana
asignó funcionarios-ingenieros. Las transformaciones de la ciudad comenzaron a
gestionarse con base en la institucionalización de diversas funciones.
La transformación
del Beaterio en el Capitolio fue una de las demostraciones del nuevo rol de los
ingenieros-arquitectos en el acondicionamiento de estructuras preexistentes
para albergar nuevas funciones administrativas. Se asignó al ingeniero Mariano
C. Revenga[5],
con la participación del Alarife Antonio Pineda, no es difícil suponer que la
participación del ingeniero Revenga estuviera en la ejecución del proyecto
–mediante la aplicación del conocimiento– y supervisión de las obras, mientras
que el Alarife Pineda estuviera a cargo del “trabajo obrero”
“la oposición radical, dentro del
sistema de producción capitalista, entre el trabajo intelectual y el trabajo
obrero, pues difieren tanto en los medios como en los fines que presuponen: la cualidad de uno se opone, por
definición, a la serialidad del otro,
y puede llegar hasta el antagonismo cuando se encuentran”[6]
Sin embargo, la
asignación del ingeniero Revenga en el proyecto de transformación del Beaterio
identifica otro de los hechos que definen el proceso modernizador del siglo
XIX, la ejecución de obras civiles no es tema de personajes “anónimos” como
quizás fue en el período colonial, ya la figura de del ingeniero formaba parte
de la materialización de obras públicas, como integración a las exigencias
políticas, económicas y sociales.
El ingeniero asumió
un rol de “intelectual” en la nueva dinámica, a diferencia de quien finalmente,
ejecuta la obra o quien realiza el trabajo manual. Esta nueva condición –impuesta
por el sistema capitalista– es de cierta forma aprovechada y reconocida por el
nuevo Estado-administrador para la coordinación y organización de las obras
públicas, la preparación de los profesionales en la Academia de Matemáticas los
convierten en los verdaderos gestores de los cambios urbanos, quienes con la
aplicación del conocimiento podrán dar el carácter “gradilocuente” de la
arquitectura del Estado.[7]
c)
De la función al estilo
El siglo XIX, propuso nuevas funciones administrativas,
comerciales, gubernamentales, industriales, producto de la nueva dinámica
capitalista en la ciudad. Estas funciones exigieron edificaciones adecuadas
para los nuevos funcionamientos, la imagen de las edificaciones de la colonia
ya no representaban la dinámica. Se incorporaron en la incipiente metrópoli las
propuestas neo-clásicas, se convirtieron en un prototipo con el manejo de
antiguo elementos arquitectónicos recuperados para utilizarlo en los nuevos
usos …“puesto que podía proporcionar la flexibilidad necesaria para adecuarse a
los nuevos programas y tipos constructivos”[8]
, si bien, en el caso del Capitolio no puede afirmarse una programación
pre-establecida, pudo ser una referencia “intelectual” para sus proyectistas el
uso del Revivals renacentista en
Europa los cuales “Era especialmente empleado para residencias urbanas, hoteles
y oficinas gubernamentales”[9]
El realizar
transformaciones con la aplicación de elementos arquitectónicos historicistas,
quizás desde el punto de vista académico, se formuló como solución no
planificada, para dar respuesta por medio de una nueva escala a las
formulaciones arquitectónicas, a un marcado interés por diferenciar sectores
sociales.
Con el planteamiento de edificaciones diseñadas para
fines específicos se buscó una relación interactiva entre el individuo y la
edificación. Relación que se vinculó estrechamente con la función del edificio;
si en el caso de los eclécticos edificios comerciales construidos con modernas
tecnologías se incorporó el individuo como comprador de mercancía al nuevo
sistema capitalista, mediante el uso de novedosos materiales luminosos,
transparentes, de componentes estructurales ligeros, de grandes escalas que
representen la dinámica capitalista y la capacidad de consumo de la burguesía
que facilitaron la exhibición de mercancías y productos.
En el caso del
Capitolio como sede gubernamental, se buscó alcanzar la identidad del individuo
del siglo XIX, por medio del edificio materializado y la valorización del
paisaje urbano. En esta identidad, en el caso venezolano, está implícito
comprender el mensaje histórico de libertad, ofrecido por el “Ilustre
Americano” con el cual pretendió persuadir al individuo hacia una visión progresista,
como paradigma para las actividades con las que se podrá alcanzar el Progreso de Modernización Capitalista.[10]
En la segunda década del siglo XIX con la ejecución de
Obras Públicas se creó una imagen urbana que representó la “Independencia” tan
deseada desde principio de siglo, la construcción de instalaciones públicas de
convirtió en el símbolo de la “prosperidad” económica, de los cambios sociales
y culturales alcanzados.
La arquitectura durante este siglo, fue uno de los
lenguajes más expresivos y de interpretación de la ciudad, producto de la
competencia que impuso la dinámica capitalista “El patrimonio edificado podía
afectar al comportamiento social, podía ser portador del sentimiento de nuestra
identidad, de lo que aspiramos a ser y por tanto podía elevar nuestros
espíritus”...[11], con
la ejecución de grandes proyectos se sustituyó la imagen doméstica que habían
tenido los edificios públicos durante la colonia, por edificios de carácter más
ambicioso y a tono con esa dinámica capitalista del siglo XIX.
En Venezuela la primera iniciativa de construcción de un
edificio destinado exclusivamente para las actividades gubernamentales, como el
Capitolio fue en la ciudad de Caracas, donde son demolidas las instalaciones de
los conventos religiosos de mujeres para las instalaciones del Capitolio[12];
en Valencia se acondicionó una estructura ya existente desde la colonia, las
cuales, junto con otras realizadas en las principales ciudades del país, se
ejecutaron sin planificación, a manera de adecuación a funciones de la ciudad.
El edificio fue transformado para ser sede del Capitolio
en Valencia, adoptando los elementos de la arquitectura neoclásica. Las nuevas
funciones que el edificio debió albergar fueron organizadas aprovechando los
elementos decorativos y materiales constructivos del momento, aplicados en la
construcción de componentes que siguen los modelos histórico utilizados durante
los siglos XV y XVI.
Desde el punto de vista urbano se consolidó otro polo de
desarrollo económico y político hacia esta zona. El antiguo centro, formado por
la plaza Bolívar y viejas edificaciones coloniales se acondicionaron para
albergar nuevas funciones comerciales, posadas, lo que a partir de 1874, con la
construcción de la plaza Guzmán Blanco, se afianzó el carácter político del
nuevo polo: el Capitolio, la plaza Guzmán Blanco y el Colegio Nacional
transformado en Universidad.
Quizá el nuevo uso de estos espacios es determinado por
la plaza ... “cercada por un elegante enbarandado de hierro, hexagonal,
terminando en lanzas bronceadas, con un metro 25 de altura, sostenido por 16
grandes columnas de hierro fundido y por cien pequeñas, en armonía con altura
de la baranda”[13]
además del uso de distinto elementos de “ornato urbano” como farolas, bancos,
fuentes, árboles, caminerías que convergen en el centro de la plaza donde se
aloja la estatua de Guzmán Blanco, todo un símbolo de enaltecimiento a la
imagen del presidente, que junto con los edificios transformados en sus estructura
física y en su uso –por su propio mandato– confirman el alcance del poder del
Estado sobre la ciudad, del reconocimiento del hombre como sujeto de la misma.
El conjunto urbano integrado por la plaza Guzmán Blanco,
el capitolio y la Universidad se consolidó con el tiempo en el punto de
encuentro de las fuerzas vivas y de los distintos sectores que componen la
ciudad.
Plaza Guzmán Blanco (superior) Capitolio (inferior). Año 1875. Valencia. Fuente: ZAWISZA,
Leszek. Arquitectura y obras públicas en
Venezuela. Tomo 2, p. 241.
[1]
ZAWISZA, Leszek. Arquitectura y Obras
Públicas. Tomo 2, p. 223.
[2]
TAFURI,
Manfredo. De la Vanguardia a la
Metrópoli. Crítica radical a la
arquitectura, p. 102.
[3]
TAFURI, Manfredo…Ibídem, p. 21
[4]
TAFURI, Manfredo…Ibídem, p. 22
[5]
“confirmándose oficialmente en las funciones de director científico al
ingeniero Mariano Revenga, “que desde el principio, espontáneamente y con
prodigalidad de notorios merecimientos, las venía ejerciendo”. Con esta nueva
asignación se doblaron las labores de construcción”... En: ARCILA FARIAS,
Eduardo. Historia de la ingeniería en
Venezuela, p. 501.
[6] LÓPEZ, Manuel. Los intelectuales y las obras públicas
(mimeo). P. 11.
[7] Guzmán
Blanco hace un reconocimiento a los funcionarios que participan en la ejecución
de los proyectos ...”reconoció también los méritos del Ingeniero Mariano
Revenga y del Alarife Antonio Pineda y decidió condecorarlos con una medalla
especial. Este procedimiento, ya utilizado en ocasión de la inauguración de las
obras del Capitolio de Caracas, fue facilitado por la decisión de la
Legislatura del Estado Carabobo”... En: ZAWISZA,
Leszek. Arquitectura y Obras Públicas en
Venezuela. Siglo XIX. Tomo 2, p. 230.
[8] KOSTOF, Spiro. Historia de la arquitectura. Tomo 3, p.999.
[9] Una explicación detallada del uso del
neo-clásico en: KOSTOF, Spiro. Historia
de la arquitectura pp. 996-1004, tomo 3.
[10]
Guzmán al referirse al Capitolio Federal expreso: ... “ese magnífico edificio
es el emblema de la “Revolución de Abril” y representa la estabilidad de
Venezuela”... En. Diccionario de Historia
de Venezuela. Voz: Capitolio Federal, tomo 1, p. 537
[11]
KOSTOF, Spiro. Historia de la
arquitectura, p. 1084.
[12]
“Proyectar la imagen de “país civilizado”. La participación de los
profesionales era fundamental para llevar adelante los programas de obras
públicas que debían insertarse en la corriente de avanzada con la tecnología y
la arquitectura de finales del siglo XIX, “poniendo al día” al país en ese
ámbito y teniendo a Caracas como centro del desarrollo artístico nacional,
patrón y regla a imitar”... MEZA SUINAGA, Beatriz. El Palacio Federal-Legislativo. Arquitectura e historia venezolana
desde el siglo XIX. Instituto de Patrimonio Cultural, Caracas, p 65
[13]
ZAWISZA, Leszek. Arquitectura y obras
públicas en Venezuela. Siglo XIX… Tomo 2, p. 226.